Hace dos años, y medio que decidimos adoptar una perrita para que hiciera compañía nuestro perro Gordi cuando nosotros estábamos en el trabajo. Pero puestos a hacer algo positivo, decidimos hacerlo bien. Adoptamos una pastora alemana sevillana, llamada Princesa, que padecía una enfermedad sin determinar y que estaba bastante cascadita. Nadie le daba mucho tiempo de vida, pero nosotros lo intentamos.
Cuando ella llegó a casa, nuestro veterinario de confianza, nos lo dijo bien claro: “ no sabemos muy bien que tiene. Parece que tiene un problema hepático y le ha afectado posiblemente algún órgano interno. Si no la operamos ya mismo, se nos morirá”. No era la primera vez que la operaban y el riesgo era alto.
I salió adelante. No sólo se recuperó de la operación, sinó que parecía com si se hubiera recuperado completamente de lo que tenía. Pero la realidad, era que por dentro, el problema hepático sin determinar continuaba aletargando. Incluso unos meses después, padeció leishmaniosis, otra enfermedad más, pero también salió adelante, con las pinchaditas, que yo (su papi), le daba día si día también con una aguja que daba miedo.
Durante estos dos años y medio, ella se fue recuperando psicológicamente del maltrato al que había estado sometida antes que el refugio la salvara y que nosotros la adoptáramos. Era ya una perra muy viva, protectora, guardiana y sobretodo muy cariñosa, hasta el punto de ser pesadita y empalagosa J
La llegada de nuestra tercera perra, Peludeta, hace unos 8 meses, fue lo que le faltaba para conseguir mostrarse con su mejor cara. Jugaban de manera brutal y descarada. Nadie podía negar que era una perra muy feliz.
Pero todas las historias tienen un principio y un final, y a finales de junio, justo al finalizar la semana, Princi dejó poquito a poco de comer. Al mismo tiempo la tripa se le empezó a hinchar y sufrió un desmayo, pero supimos más adelante que no había sido un desmayo, sino una gran convulsión.
Después de hacerle todas las pruebas necesarias, la realidad golpeaba otra vez. El problema hepático sin determinar era “ insuficiencia hepática debida a un shunt portosistémico”. Este fallo propiciaba ascitis (el líquido en la tripa) y encefalopatía hepática (problemas en el sistema nervioso central debidos al exceso de toxinas en sangre).
La única solución real era la intervención quirúrgica, pero la perra tenía que estar en un mejor estado del que se encontraba. Además, la operación, para ir bien, tenía que ser en Madrid con un especialista en esta problemática. Él mismo nos confirmó que no aguantaría el viaje de 700 km de Girona a Madrid y que si llegara a aguantarlo, las probabilidades en su estado, eran ínfimas.
Para conseguir que su cuerpo tolerara una operación como la que era necesaria, la perra debía comer, sinó era imposible. Pero Princi ya no comía, su aparato digestivo no le permitía la entrada de alimento, fuera lo que fuera. Más complicaciones y así poquito a poco hasta que se iba apagando cada vez más.
El jueves, después de comprobar por enésima vez que cuando intentábamos darle de comer, ni que fuera un poquito lo único que conseguíamos era hacerla sufrir ya que durante 3-4 horas entraba en un estado de coma débil del cual sólo salía cuando su cuerpo tomaba la decisión de vomitar lo que había comido, lo tuvimos muy claro. Nos habíamos decidido y no era fácil, sobretodo conociendo toda su historia.
El jueves por la tarde, decidimos con muchoolor "dormirla". Un eufemismo veterinario que sirve para paliar el dolor psicológico de los amos.
Hasta siempre mi Princesa.
P.D. no espero que me comprendais todos aquellos que no hayais tenido nunca un perro, ni por supuesto aquellos que no los quieran, pero estoy seguro que para todos aquellos que sí saben qué es tener un perro, l historia de Princesa les habrá llegado al corazón.
