Bien instalados en el valle de la Maurienne y con el buen sabor de boca que nos dejó la actividad del dia anterior sobre el túnel del Frejús, que nos permitió disfrutar mucho en el glaciar del Grand Vallon, quisimos acercarnos a conocer el fondo del valle, concretamente uno de esos lugares que no deja indiferente, Bonneval sur Arc.
En este pequeño pueblo, a 1.800 metros de altitud, hay una pequeña estación de esquí que no llama la atención, ni por sus modernas instalaciones ni por su gran extensión, lo que más nos gusta. Tiene lo justo y necesario. Es decir, cantidades enormes de nieve y muy pocos remontes, uno de los cuales te deja a 3.000m, justo debajo del Pointe d’Andagna (3.217m). La estación es muy vertical y da mucho juego para aquellos que tengan un buen nivel y realmente merece un reportaje aparte.
La idea que teníamos para aquel día fue la de sacar el máximo provecho a la estación, aprovechando su verticalidad, y acostumbrarnos al entorno por que allí sí que podíamos decír que nos encontrábamos en un ambiente de alta montaña. La parte media/baja de la estación se encuentra en el valle de salida del glaciar de Vallonet, que nace de la cima de l’Albaron (3.637m) y su glaciar no solo preside sinó que impone. A pesar de la muy buena innivación de la zona, los seracs del hielo en las zonas convexas donde éste se acelera eran evidentes.
Del día anterior, en el Frejus, aprendimos varias cosas que pudimos confirmar en Bonneval: Que la nieve se mantiene fría y suelta a pesar de ser finales de Marzo a altitudes tan bajas como los 2.000m, que no obstante lo anterior, las mejores orientacions eran, curiosamente, las norestes y que era interesante huir de las oestes. Además la nieve parecía suficientemente estable. Aún así, estando en terreno desconocido e imponente, había que intentar ser conservadores, hasta cierto punto.
Despues de invertir gran parte de la mañana reventando nieve polvo en las laderas nordeste de Bonneval, nos dirigimos hasta la cota 3.000m, la más alta de la estación. Desde el último remonte se accede a un collado interesante, a 3.078m, tras una corta subida, que se hizo muy pesada y larga por el estado inestable de la nieve debido a la insolación. Una vez llegados al Collado, las vistas son espectaculares.
En primer termino, y a la derecha de la imagen, el glaciar de Vallonet. Al fondo y a la izquierda, los picos de Levanna y Roc de Moulinet, con sus glaciares, que hacen de frontera con Italia.
Desde este punto se accede a una de las bajadas más bonitas de la estación, completamente fuera del territorio de ésta, y con un grado de peligrosidad bastante alto. Evidentemente no llegamos a este punto al azar, sinó despues de haber buscado mucha información sobre ella y de estar seguros de su viabilidad sin guías.
Aquí el terreno es muy vertical. Hay paredes de roca que flanquean el descenso y existen algunos lugares con giros obligados donde no se puede fallar puesto que una equivocación, un descontrol, un despiste, simplemente es, muy probablemente, mortal. Las cosas son como son y no exageramos nada.
Despues de comprobar que íbamos bien de tiempo nos comenzamos a preparar para el descenso. Un silencio tenso nos invadía. Éramos conscientes que esta bajada nos iba a poner a prueba y teníamos que estar concentrados.
Los primeros metros verticales, a la sombra y con pendiente de unos 45º, no fueron relajantes precisamente, pero la calidad de la nieve y su poca exposición real nos ayudaron enormamente a “romper el hielo”.
La parte superior del descenso se puede calificar de fácil. Ayuda a coger confianza y a comprobar el estado de la nieve según orientación e insolación puesto que estos primeros metros son en dirección sudeste.
La Pointe d’Andagna nos da su sombra y ya estamos cerca de acabar la zona fàcil, la superior. Son momentos para pararse, para compartir sensaciones, análisis técnicos, posibilidades, inquietudes. En breve comenzará el terreno expuesto, pero mientras éste llega, hay que dejarse ir.
A veces no es fàcil decidirse por donde bajar, así que más vale bajar despacio y asegurando. Una vez abajo siempre todo parece más fàcil y evidente de lo que lo era arriba. Para la próxima vez, si la hay, ya sabemos por dónde ir.
Llegados a este punto de la bajada se acaba el paseo y el dejarse llevar y comienza el tramo técnico, preciso y expuesto. Aquí no pueden haber errores y si en alguna zona hay que bajar con el freno puesto, pues se hace, que no quepa duda alguna.
En la siguiente imagen se ve el pasillo de bajada, que a priori es suficientemente amplio, però no es una canal. El lateral derecho no tiene un muro de rocas que te proteja, es simplemente caída libre.
En otra imagen desde el mismo punto, Abel contempla el paisaje. El pasillo le queda a su izquierda. Delante y a su derecha otra pared vertical de quien sabe cuantos metros de caída.
Comenzamos a bajar por el pasillo con una nieve que se va endureciendo, perdiendo esa gran calidad que tenia metros arriba. Aún así no nos podemos quejar. El pasillo es relatívamente estrecho y con bastante pendiente, hace una curva a derechas y es obligado salir de él justo despues de ella por su derecha, aunque sea bastante apetecible seguir bajando por él, por que las cosas no son como parecen desde arriba.
En este punto hay que hacer una diagonal para buscar otro pasillo que nos dejará en el final de la zona difícil del descenso. Esta zona no parece que tenga especial dificultad, excepto girar donde toca, a costa de tener que remontar metros para coger la buena dirección, por que aquí, no todos los caminos llevan a Roma, sinó que suelen llevar o a cortados de roca o a cascadas de hielo donde más vale no meterse.
Mientras bajábamos este tramo tuve la mala suerte de romper un puente de nieve. Por suerte el glaciar ya lo habíamos dejado bastantes metros arriba y solo caí unos dos metros y medio en un agujero entre la roca y la nieve. No obstante el agujero era bastante más profundo a cada lado mío, però la nieve acumulada en este punto frenó la caída. En la imagen siguiente se intuye el agujero donde en ese momento estaba yo metido.
Seguimos la bajada para buscar la entrada al último pasillo, donde las trazas de los esquiadores de la estación de Bonneval, son ya muy visibles, aunque en esta zona no haya ninguna pista. Aún así no nos podemos despistar por que, al igual que en el primer pasillo, lo que hay de frente o a la derecha son cortados de muchos metros de roca.
Lo que puede suceder si se baja por donde no toca, y es fàcil equivocarse, es que uno se encuentre justo encima de cascadas de hielo como estas:
A partir de aquí la bajada no tiene ningún problema. Disfrutar de la pendiente, mucho más relajada,del espessor y de la calidad de la nieve, que vuelve a mejorar hasta llegar a la estación de Bonneval, donde una pista tranquila o un bosque mucho más entretenido, nos llevan hasta el pueblo de Bonneval sur Arc.
Tal vez esta sea una de las actividades con más carácter que hemos realizado. Contentos por el trabajo bien hecho.....volveremos.